sábado, 10 de noviembre de 2012

Younés Belhanda


Younés Belhanda. El plato, blanco inmaculado, había visto desaparecer la comida en cuestión de minutos. Compartirla  entre cinco hermanos significaba comer rápido, no masticar, no hablar y sólo concentrarse en la cuchara porque, de lo contrario, tocaría marcharse sin apenas haber probado bocado. Pero Younés Belhanda, el hermano más liviano, era puro nervio y conseguir sentarlo ante la mesa ya era una meta demasiado osada por lo que, la mayoría de las veces, acababa hambriento el día. No le importaba, pues su pelota, aquella que impulsaba con los pies por las calles de Avignon, su ciudad natal, representaba todo lo le preocupada de verdad. Hacía poco que sus abuelos, instalados en Marruecos para mantener inalterables los orígenes de la familia, le habían echo llegar un nuevo balón y ser la envidia del parque era suficiente para aislar al joven del resto de ocupaciones diarias.Tan concentrado en aprovechar el regalo familiar estaba, que más allá de unirse al club del barrio, Racing Club Aramon, practicaba y entrenaba en solitario en los ratos libres que podía encontrar sin la tutela de su madre. Así le observó y le reclutó Jean-Christophe Gleyze, técnico del MJC Avignon, club con mayor poder en la ciudad y que tenía un centro para fomentar el estudio y las actividades culturales entre los chicos de la zona. Pero Younés, de gran capacidad técnica y habilidad con la pelota para ser un chico de tan corta edad, no entendía por qué su entrenador lo colocaba de líbero en su once inicial y se pasaba los días cabreado.

Jorge Salorio Martínez

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